diez minutos cuentan de mi necesidad para golpear este teclado ajeno, segundos que digieren los pensamientos, las frases que no nacen hasta después de la cena, cuando el hambre apaciguada busca nueva senda, el tiempo es corto para los días de un otrora espejismo de bonanza... caracajada rancia la que me perturba, palabras huecas y un rencor ensimismado que protege caprichos inmerecidos, dádiva de huérfanos... oprobio de mendigos
un impulso meditado girando por entre mi espina dorsal, camino vertical prosigue sin demora, a su destino ha de llegar, y yo acompañaré la hazaña, con poco ánimo y tanto que entregar, mueren los minutos en procesión desprovista, distancias enormes les aguardan, fieros canes custodian las puertas, aldabas esquivas, pared de porcelana...
estoico para resistir, sucumbiendo ante el ahogo de una mañana socabada, perdiendo la oportunidad que se repite, que reclama: los pensamientos, las palabras...